Bajo el afán por experimentar y en un inagotable intento de encontrar una respuesta al interrogante ¿En qué realidad nos encontramos? Alex Rispal nos invita a habitar los espacios liminales que construye mediante la apropiación de la maravillosa técnica del quimigrama. Esta pregunta, se materializa en una narrativa visual única y muy particular, no solo en cuanto a su acabado si no también en su proceso de realización. 

 

El quimigrama es una técnica introducida por Pierre Cordier que fusiona la fotografía y la pintura sin pertenecer completamente a ninguna de estas disciplinas. 

 

Para estas piezas, el artista emplea papel de gelatina plata, químicos y reservas junto con la exposición lumínica para crearlas. De esta manera, resignifica al revelado de fotografía analógico para darle un sentido pictórico. 

 

En su obra, plantas y televisores coexisten en espacios que desafían constantemente los límites de la realidad. A través de una combinación de precisión química y azar, Rispal logra un universo que refleja la dualidad entre lo natural y lo artificial, enmarcada en un ambiente que podríamos definir como etéreo, una dimensión entre diferentes fases, una existencia paralela o un estado de la mente. 

 

Este espacio actúa como un umbral entre dos realidades y se convierte en un terreno ambiguo que el artista manipula y transforma mediante la interacción de materiales y la influencia de la luz. 

 

Las técnicas utilizadas por Rispal incluyen la impresión de imágenes fotográficas deformadas en papel acetato y transferidas sobre cristal, usando plantas reales que coloca por contacto sobre el papel fotosensible barnizadas y expuestas a la luz solar para generar áreas de color. 

 

Los televisores, en cambio, son diseñados con inteligencia artificial a partir de imágenes creadas por él mismo y plasmados sobre el papel. De esta manera, la fotosensibilización de la plata permite al artista, trabajar con tintas, pintura y gelatina, empleando reservas de barniz, cera y cinta adhesiva para construir sus composiciones. Estas técnicas no solo le permiten explorar y combinar diferentes elementos, sino también construir un diálogo entre lo digital y lo orgánico. 

 

Así, transitando una gama tonal que va desde los marrones, grises y negros hasta el morado, nos sumergimos en paisajes íntimos e imaginarios que surgen del insaciable deseo del artista de explorar los alcances de la técnica fotográfica.  

 

La relación entre los elementos vivos y artificiales que aparecen se experimenta en sus obras como si estuviera en constante tensión, sin embargo, hay algo simbiótico entre ellos. Tal es así, que el artista nos confronta con esta situación que se vuelve espejo de nuestra cotidianidad: la desconexión progresiva de nuestra existencia auténtica en un mundo tecnologizado. 

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El contraste entre lo ilusorio y lo real es quizás uno de los conceptos fundamentales que construye el cuerpo de obra elegido para esta exhibición. Cuando nos acercamos y observamos cada detalle y textura en las obras, notamos además la presencia de un silencio inhóspito. Pareciera que nos encontramos frente a un suceso postapocalíptico, un mundo que dejó de ser habitado por seres humanos, donde la batalla entre la luz y la oscuridad ha dado como resultado un multiverso donde predomina la existencia de plantas salvajes y que aún se siguen relacionando con los rezagos de una sociedad influenciada por la exigencia tecnológica y comunicacional. 

 

Es en este punto de intersección de dialécticas, en el cual coexiste lo sutil y lo tangible, lo vital y lo muerto, lo claro y lo oscuro, donde Rispal nos pone de frente a la esencia misma de nuestra condición humana. 

 

SINTONIZANDO, es probablemente, una invitación a la reflexión sobre el lugar que ocupamos, sobre la velocidad del momento y sobre el sistema del que somos parte.  ¿Acaso, la única manera de atesorar una fracción del tiempo, sea volviendo al principio de todas las cosas? 

 

Eugenia Amodio.